Dudar de la resurrección de Cristo o de la virginidad de María por ejemplo, eran pretexto suficiente para llamar blasfemos a quienes negaban estos supuestos hechos y con ello ser juzgados por el santo oficio.
Se dice que las prácticas sangrientas y aterradoras por las cuales se acusa a la inquisición en realidad fueron implantadas por algunos reyes como Federico II quien declaró la hoguera como castigo.
Eran principalmente tres las faltas por las que se le juzgaba a alguien por medio del tribunal del santo oficio:
La herejía, la blasfemia y la brujería; en este último caso se juzgaba por el uso de sustancias y brebajes utilizados con la finalidad de obtener riqueza, atraer el amor de una persona, además de toda clase de favores que se lograban por medios místicos o antinaturales según el tribunal del santo oficio.
La Rueda, La Doncella de Hierro, El Potro y la Cuna de Judas son algunos de los terribles métodos de tortura de los que hablamos en este episodio de Mentes Asesinas.
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